jueves, 25 de enero de 2018

A salvo de la lluvia



 

A salvo de la lluvia

Victor Manuel López Wario

Ignoradas las banquetas abrillantadas por la lluvia, velado el resplandor del sol por las deslucidas nubes y el cortinaje discreto en las ventanas, dos estruendos marcaron el inicio del día, dos voces trémulas buscaban el aliento ajeno para co-fundir la debilidad personal en la dejadez del otro. La lluvia pertinaz en los cristales ahogaba la precariedad de las palabras para guardarlas bajo la almohada arrinconada; en los ojos la luminosidad del trueno sondeaba en las pupilas aletargadas.
Las manos de uno evadían el auxilio ajeno en búsqueda de otro derrotero; la bienaventurada penumbra desdibujaba la figura enfrentada para no sucumbir al poderío de una mirada que pedía más sin reprimir el estremecimiento pospuesto por tantas veces y que en ese momento burlaba todo límite. Oyen sin escuchar una voz susurrante en la intensidad de un discurso silente madurado entre sueños y las desesperantes promesas de consumación.
Un poco del viento frio y húmedo alcanzaba los anhelos para ocultar en aquel hombro una lágrima evadida y el temblor en cada uno con el pretexto del impacto externo, ya no faltaba la canción de dos en el ajuste de las respiraciones en la confusión de un vaho en el hálito enfrentado. Poco a poco la negación declinó, la mudez empañó las palabras y de suspiro en gemido cada uno tomó del otro lo que hasta ahí fuera oculto, anhelado. Una caricia preludió la oleada, un abrazo cubrió el espacio de las prendas extraviadas para dos ritmos en inseparable identidad.
La lluvia velaba el espacio de un lucero; el abandono descendía al ritmo de la corriente junto a las banquetas, no habría falsía cuando la disposición era recíproca, cuando los dos al mismo tiempo imploraran ¡sí! Jamás fue lo mismo, nunca será igual.
Si hasta ahí el acento transcurrió de la flaqueza a la aceptación, si acudió la sabiduría ancestral para tutelar la novatez, el tiempo de sueños terminó para unificar, trémulos, el calor dividido. Borrados los recuerdos de pecados anteriores (turbulencias transformadas en brisas olvidadas) ¿para qué jurar lo que carece de pasado? Si hubiera dudas ésto no sería una realidad a cubierto de la lluvia, un amanecer nubloso sin el lucero que avalara aquel saber.

No hay comentarios:

Publicar un comentario