A salvo de la lluvia
Victor Manuel López
Wario
Ignoradas las
banquetas abrillantadas por la lluvia, velado el resplandor del sol por las
deslucidas nubes y el cortinaje discreto en las ventanas, dos estruendos
marcaron el inicio del día, dos voces trémulas buscaban el aliento ajeno para
co-fundir la debilidad personal en la dejadez del otro. La lluvia pertinaz en
los cristales ahogaba la precariedad de las palabras para guardarlas bajo la
almohada arrinconada; en los ojos la luminosidad del trueno sondeaba en las
pupilas aletargadas.
Las manos de uno
evadían el auxilio ajeno en búsqueda de otro derrotero; la bienaventurada
penumbra desdibujaba la figura enfrentada para no sucumbir al poderío de una
mirada que pedía más sin reprimir el estremecimiento pospuesto por tantas veces
y que en ese momento burlaba todo límite. Oyen sin escuchar una voz susurrante en
la intensidad de un discurso silente madurado entre sueños y las desesperantes promesas
de consumación.
Un poco del viento
frio y húmedo alcanzaba los anhelos para ocultar en aquel hombro una lágrima
evadida y el temblor en cada uno con el pretexto del impacto externo, ya no
faltaba la canción de dos en el ajuste de las respiraciones en la confusión de
un vaho en el hálito enfrentado. Poco a poco la negación declinó,
la mudez empañó las palabras y de suspiro en gemido cada uno tomó
del otro lo que hasta ahí fuera oculto, anhelado. Una caricia preludió
la oleada, un abrazo cubrió el espacio de las prendas extraviadas para dos ritmos en
inseparable identidad.
La lluvia velaba el
espacio de un lucero; el abandono descendía al ritmo de la corriente junto a
las banquetas, no habría falsía cuando la disposición era recíproca, cuando los
dos al mismo tiempo imploraran ¡sí! Jamás
fue lo mismo, nunca será igual.
Si hasta ahí el acento
transcurrió de la flaqueza a la aceptación, si acudió la sabiduría ancestral
para tutelar la novatez, el tiempo de sueños terminó para unificar, trémulos, el
calor dividido. Borrados los recuerdos de pecados anteriores (turbulencias transformadas
en brisas olvidadas) ¿para qué jurar lo que carece de pasado? Si hubiera dudas ésto
no sería una realidad a cubierto de la lluvia, un amanecer nubloso sin el
lucero que avalara aquel saber.
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