Para Leonardo
No necesitamos una sarta de argumentos para afirmar que éste
no es el mejor espacio para seres como tú ¿acaso lo fue antes? ¿eventualmente
lo será en el futuro cercano? El sentido de las palabras que hoy nos son
preciosas poco significará para ti. No reproches el fracaso de quienes te
antecedimos, intentamos con el máximo esfuerzo mejorar lo recibido y entendimos
tardíamente, cuando ya el cabello blanquecino ralea, unos malos costurones
hienden el rostro y la sonrisa es una maligna replica de alegría, que los
“viejos” no estaban tan equivocados, que sus poetas no eran insulsos ni sus
palabras vacuas, que quizá fuimos obstinados pero jamás estúpidos, que
supusimos fuerzas que no poseíamos y que nuestras canciones no fueron del todo
infructuosas: solo elevamos una cometa en donde el viento no era favorable.
En el transcurso de las
oportunidades cotidianas la humanidad derrumba toda afirmación positiva y
arrastra en su violencia lo mejor que viene con cada sonrisa renovada y aun
cuando naufragamos vergonzosamente, intentábamos “un mejor mundo” para las posteriores
generaciones. Por ignorancia transformamos un mundo de oportunidades en
estercolero, mendigamos con impudicia el cariño ajeno cuando negamos el propio;
la inseparable prisa para ser lo que está fuera de nuestro alcance negó la
búsqueda de las emociones inadecuadas: la felicidad, la sabiduría, la eternidad;
lejanas e imposibles pero dignas de buscar.
Intentamos
vanamente dejar por herencia algo mejor a lo recibido, fracasamos en mucho y
triunfamos mínimamente y si fue exiguo nos alcanza para reconciliarnos
con tu futuro, para afirmar que sumadas nuestras menguadas fuerzas todavía no
está todo perdido. No quedaba en nuestras manos el poder transformador para tu
mejor estancia, lejanas parecen las ideas que todavía pulsan en la cabeza en
favor de sanear lo que por generaciones descuidamos. Que sea este Mundo
hospitalario contigo, que en él encuentres el aliento para amar y
ser amado, para una vida tranquila y con ella brindar tranquilidad, que sepas
diferenciar entre lo detestable y lo trascendental, lo apetitoso de lo malsano:
que encuentres la felicidad merecida a todo bienaventurado hijo de la Vida; que
encuentres un Peñón alado en donde descansar de las preocupaciones cotidianas y
un poema propio que te diga quién eres y para qué eres, que en ese Peñón alado
reine un agitar de alas en libertad sin
necesidad de recibir el beneplácito de nadie, porque al final, la felicidad, la
sabiduría, la eternidad, esos imposibles para el ser humano merecen el tesón.
Ama
cuanto puedas, disfruta según tus merecimientos y sensibilidad, goza los fortuitos
días de dicha, cuida el fantástico Peñón alado, ese refugio para los hijos de
un ideal desairado. Tuyo será el Peñón alado, solo tuyo el goce de compartirlo
con quienes como tú anhelen lo imposible: la Felicidad, la Sabiduría, la
Eternidad. Que el arrepentimiento no sea dolor ni llegue cuando el cabello
blanquecino te sorprenda descuidado y el reguero de zurcidos malhechos te recuerde
a quienes intentamos una mínima expresión de alegría frente a tu sonrisa ¡Bienaventurado tú, dueño del Peñón alado!
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